La vida, un anillo a la medida
Artículo escrito por
Rubén Caballero
(@soyrubencaballero)
No me imagino una mejor forma de escribir sobre viajes que viajando. Y no me imagino mejor forma de dar pie a que te invadan la avalancha de sensaciones que éste provoca, que escribiendo sobre él temprano en la mañana, al alba, cuando la ciudad duerme aún, cuando el único sonido son las teclas del ordenador, el canto de los irreductibles gallos y el repentino ruido del motor de un coche que te recuerda que no eres el único habitante sobre la faz de la Tierra y que, aunque te cueste llegar a creerlo por el silencio y la paz que te rodea y embriaga, según la ciudad de nuevo vaya cobrando vida, tendrás que compartir el mundo con otras personas.
Viajar me recuerda quién soy; viajar me hace más humano, más cercano, más humilde y me ayuda a volar con cartuchos de dinamita los muros con los que construyo mi coraza. Ya sea a bordo de un tren rumbo a la capital del Imperio Mongol; ya sea escribiendo este relato en una urbe mexicana que sobrevivió de milagro la llegada de los conquistadores; o ya sea en la misma localidad en la que vivo, en esos momentos en que me pongo la mochila al hombro y me permito mirar las calles que he visto una y mil veces con otros ojos -como si fuese una ciudad a la que acabase de llegar, como si fuese una ciudad (¡como efectivamente lo es!) en la que siempre hay algo nuevo por descubrir-, ya sea en un viaje u otro, se despierta un sentimiento dentro de mí que me empuja a transcender la idea que tengo de mí mismo y me recuerda que, con independencia de las circunstancias que me toca vivir, es la actitud con que las afronto lo que marca la diferencia, lo que, en fin, da sabor a mi vida.
Cambio de vida
Yo no vivo como Iñigo Mendia en una furgoneta, pero sí que hace unos años, allá por los primeros coletazos del 2016, introduje en el interior de una las cajas que contenían las pocas pertenencias y los muchos libros que habían sobrevivido a un cambio de vida. Acababa de soltar amarras, dejaba atrás la corriente de una vida que no reconocía tan mía como lo podía llegar a ser. Sabía que había algo más, que existían otros destinos por descubrir, otras orillas, otros rumbos más propicios que podía tomar. Sabía que la vida no se reducía a las paredes de una oficina y que, más allá de los muros de la multinacional Nike, si me permitía encender la mecha de los cartuchos que la vida acababa de poner en mis manos, tendría la oportunidad de descubrir otro mundo.
Mis primeros viajes
Viajé durante un año. Lo hice solo, aventurándome por tierras que soñaba visitar: Nueva Zelanda, Mongolia… También viajé por países inesperados que el curso del viaje me brindó. Y viajé por países que ya había visitado con anterioridad, a uno de los cuales me unía un lazo tan fuerte como el de una soga: la India. Pero, por encima de todo, el viaje fue a mi interior, y como consecuencia de ello acabé por confirmar la senda que había tomado un par de años antes cuando hice añicos la seguridad de una vida fortificada tras los muros de la multinacional.
Dicen que viajar cambia a las personas, que ensancha el alma y te alienta a mirar la vida con ojos distintos. Yo creo que el cambio lo efectuamos nosotros mismos porque, a través del viaje, siendo éste un estímulo, nos permitimos ser lo que verdaderamente somos: personas despiertas, conectadas a nuestro corazón, conectadas a nuestra alma y espíritu.
Mi presente
A día de hoy sigo viajando. A diario me embarco en el más difícil de todos los viajes y en el que ofrece la mayor de las recompensas: el de la autenticidad, el de ir cumpliendo los sueños con los que te has comprometido. Y uno de mis sueños, de los muchos que tengo, es que la vida sea un anillo a la medida en la que expreso lo más genuino que llevo dentro.
Ser escritor (ya publiqué mi primer libro, “Travesía 1: Historias que merecen ser contadas”, en el que junto a otros escritores compartimos relatos cortos inspiradores y de superación; y este año tengo pensado publicar el libro que narra precisamente mi viaje de un año, además de mi retorno y mi apuesta por salirme del rebaño), acompañar a otras personas en sus viajes de transformación como Coach, y vivir allí donde elija libremente vivir (igualmente estoy negociando con mi pareja la Panamericana a bordo de una camper; un proyecto más a largo plazo y harina de otro costal pues, las negociaciones no son sencillas) son algunos de los sueños que persigo y que voy cumpliendo poco a poco, con perseverancia, con fuerza y con voluntad.
¿Te apetece viajar y lograrlos conmigo?
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