¿Otra vez mala suerte?
Acabo de llegar a Holanda, y los primeros minutos han sido complicados. Necesitaba estar muy concentrado conduciendo por el lado “bueno” de la carretera. Después de mes y medio conduciendo en Reino Unido ya estaba totalmente acostumbrado a conducir por el lado contrario. En los momentos que no hay coches, sigo pensando si estaré en el carril adecuado.
Llegue a Rotterdam donde pasé una noche fría, pero en un sitio genial.
Problemas de nuevo
Al día siguiente, conduciendo por La Haya, en una curva, noto que de repente la dirección asistida no funciona. Bueno, pues sigo hacia mi destino que no estaba lejos.
No recordaba que el volante se ponía tan duro. En mi anterior furgoneta no tenía dirección asistida, pero a parte de para aparcar, no tenía ningún problema. ¿Será que me he acomodado?
Resulta que después de revisar un rato el motor, veo que una correa esta rota. Una hora más tarde ya había encontrado una nueva en una tienda de recambios de automóvil que estaba a pocos minutos andando de donde estaba.
Gracias a que Beñat me dio la pista de cómo meterla, me puse a ello. Tenía que colocar la correa de tal forma que al empujar el coche entraría casi sola.
La teoría era fácil, pero la correa acababa en el suelo. Era un trabajo para dos, así que la idea era pedir a alguien que me ayude.
Al minuto aparece un señor, en la edad de jubilación, que muy simpático, me pregunta si tengo algún problema. Le digo esto entre dos sería algo fácil de resolver. Así que él se presta a empujar la furgoneta. Yo mientras intento ayudar a la correa a ponerse en su sitio, y listo.
En menos de 10 minutos estaba todo solucionado. Una vez más me doy cuenta de lo que puedo ser capaz. Siempre que se me estropea la furgoneta pienso en llevarla a un taller. Pero la verdad es que de todas las averías mecánicas que he tenido a lo largo de mi vida creo que he podido arreglar más de la mitad.
El secreto no es saber de todo, es saber quién te puede ayudar cuando lo necesitas.
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