Vivir, viajar y trabajar en una caravana ¿Cómo ser una nómada feliz a los 40 años?

Vivir, viajar y trabajar en una caravana ¿Cómo ser una nómada feliz a los 40 años?

Artículo escrito por
Ana Cortés
(@ana.activewoman)

El 18 de junio cumplí 40 años y desde hace casi tres vivo, viajo y trabajo en una caravana con mi chico.

No una autocaravana. 

Ni una furgo.

Lo que viene siendo una caravana que se engancha a un coche.

Lo aclaro porque muchas veces la gente nos imagina en una gran camper o algo parecido. Quizá es más fácil asociar la caravana a un par de jubilados en algún camping de la Costa del Sol, que a dos cuarentones perdidos entre montañas.

Para que me conozcas mejor, también te diré que mi madre estaba más a gusto con la Ana de antes, esa que trabajaba en una gran empresa en el Paseo de la Castellana, llevaba tacones a las reuniones y, quizá, pronto promocionarían.

Apuesto a que le hubiera gustado más que hubiera celebrado mi cumpleaños en mi flamante piso en una urbanización privada con piscina y pista de paddle mientras disfrutaba de sus nietos, que en un pueblecito del Pirineo donde apenas había una tienda para comprar comida.

¡Y encima sin nietos!

Pero es que yo he elegido otro camino.

Un camino rumbo ¡Hacia lo Salvaje!

Y no es que el otro estuviera mal. Es que simplemente no era el mío.

camper

Quizá fue la bendita crisis de los 40

O simplemente darme cuenta de que iba pasando todas las famosas pruebas para conseguir el éxito o la felicidad y lo único que sentía es que mi mochila iba pensado más y más.

Carrera universitaria, incluso una suerte de Master, casa, pareja estable, puesto indefinido en una empresa de prestigio, bla bla blá… 

Vacío por dentro y más carga desde fuera.

Salir de la cárcel de asfalto y rascacielos para ir en busca de la naturaleza ha sido la decisión más difícil de mi vida, pero la que más alegrías me está dando. Jerzy Gregorek lo explica fácil y sencillo: 

Decisiones difíciles, vida fácil. Decisiones fáciles, vida difícil

La sola idea de romper con lo anterior suponía un cóctel explosivo de emociones. En el mismo día, y casi en el mismo momento, podía sentir inseguridad, terror y angustia, a la vez que entusiasmo, libertad e ilusión.

Muchos años con el mismo discurso, en el mismo entorno y con la misma perspectiva, hacen que esos barrotes sean cada vez más fuertes y difíciles de romper.

Pero cuando algo se te engancha en las entrañas durante tanto tiempo hay que sacarlo. Una no puede vivir con un “y si” para siempre. Jamás me hubiera perdonado al menos no haberlo intentarlo.

Esperé a que se dieran las condiciones casi perfectas (lo del «casi» es vital) y sopesé que era lo peor y lo mejor que podría pasar.

¿Cuáles eran esas condiciones?

Me fui con unos buenos ahorros, una excedencia, sin ningún tipo de carga y con un estilo de vida por delante donde reinaba el minimalismo en todos los sentidos.

¿Qué es lo peor que podía pasar? 

Fracasar.

Pero, ¿qué es fracasar?

Que tuviera que volver a donde estaba. 

A lo que una vocecita interior contestó. “¡Ey! ¡Hola! ¡Ya estoy aquí! ¡Ya sé cómo se está en este sitio, si hay que volver, pues ya sabemos de qué va esto, ¿no?!

Pero incluso si eso pasaba, pensé, al menos viviré una temporadita mi sueño.

Fracasar es no intentarlo

¿Pero y si sale bien?

¡Buahhh pues será la ostia! (perdón por la expresión, pero tú me entiendes)

Viviré en plena naturaleza, descubriré lugares preciosos, conoceré a otras personas, aprenderé a escalar, pasaré más tiempo con mi chico, viviremos más aventuras, tendré más libertad, y un millón de experiencias más.

Llegó un momento en el que me di cuenta que adentrarme en la naturaleza de forma activa y con quien es para mí la mejor compañía, me hacía sentir viva, radiante y positiva y no entendía porqué tenía que reducirlo a un fin de semana o a un puñado de días al año.

No estaba dispuesta a seguir desequilibrando esa balanza metiendo más peso en el lado equivocado. Dije: ¡basta ya!

Basta ya de vivir la vida que otros han diseñado.

Basta ya de ir con la soga al cuello y que nunca sea suficiente.

Basta ya de dejarme para el final.

Iniciamos el viaje con la latita, nuestra caravana, teniendo como guía la gran cordillera de los Alpes, atravesamos Francia, Italia, Suiza, Austria, Alemania, Hungría, Eslovaquia y poco a poco me di cuenta que no teníamos un destino, sino un camino, un camino ¡Hacia lo Salvaje!

Y es que mucho se habla de la importancia de la alimentación, el ejercicio o el descanso para trabajar en nuestro bienestar y poco sobre la importancia de estar en contacto con la naturaleza para el mismo fin.

Y no es que lo diga yo, hay mucha evidencia científica sobre ello que no voy a exponer pero que te invito a investigar.

un camino hacia lo salvaje

La vida moderna nos ha desconectado tanto de nuestra madre tierra que hemos perdido el norte

Lo tenemos todo al alcance de la mano, y si me apuras de un clic, vivimos rodeados de ruido, no escuchamos al cuerpo, ni a nuestro instinto, vivimos sentados, mirando pantallas, comiendo porquería, respirando humo y mal, en lucha con el de al lado y así día a día, en un bucle infinito que hace que llegue un día en el que no te encuentras bien y no sabes porqué.

Es un enemigo lento, silencioso, parece que no hace daño pero es letal.

Salir de ahí y escarpar a la naturaleza es la medicina más fácil, rápida y económica del mundo y no la valoramos en absoluto.

Pequeñas dosis de vitamina N (de naturaleza) suponen grandes beneficios físicos, mentales y emocionales.

Pero no me creas a mí, compruébalo, o mejor, experiméntalo.

De alguna manera cambié el reloj por la brújula

Dejé de ir deprisa, de un lado a otro, haciendo miles de cosas, cumpliendo deadlines, a simplemente caminar hacia donde quería, hacia la naturaleza, hacia la sencillez, hacia el estar y el ser, ¡Hacia lo Salvaje!

¿El resultado? He llegado a los 40 fuerte, feliz y con ganas de seguir aprendiendo y evolucionando a través de la aventura, la naturaleza y el deporte.

Sin embargo, cuando miro alrededor la representación femenina, aunque va en aumento, es minoritaria. 

La llegada de la maternidad, la falta de opciones menos competitivas, el miedo a salir a un entorno desconocido, la posibilidad de tener un accidente y la falta de compañía, son algunas barreras que he detectado que impiden a las mujeres disfrutar de ese chute de energía y bienestar que proporcionan las actividades al aire libre.

Y desde ahí se empieza a construir mi faceta laboral. Un trabajo que me permite seguir viviendo y viajando en la caravana.

Soy nómada digital o como dice Iñigo Mendia traviajo

Por una lado un podcast, que no podría llamarse de otra manera que ¡Hacia lo Salvaje!, con entrevistas que te llevan a disfrutar de la naturaleza de forma activa, aventuras en bicicleta, viajes a lugares remotos cerca y lejos de casa o todo lo que necesitas saber para empezar con la escalada, los barrancos o la marcha nórdica. 

Y por otro lado los Viajes Active Woman, que impulsan el empoderamiento femenino convirtiéndolos en una herramienta para crear una oportunidad profesional para las mujeres locales de los países en vías de desarrollo que visitamos.

Podrás disfrutar de un trekking, una ruta en bicicleta o un paseo en kayak acompañada de mujeres de África, Asia o América, para ofrecerles una oportunidad de empleo  y conocer su realidad.

Ellas serán las protagonistas y tú conocerás su territorio en movimiento, pegadita a su paisaje, su naturaleza y su cultura.

viajes active woman

Una vida en balance

Iniciar lo que yo llamo esta revolución salvaje me ha traído una vida alineada con mis valores, mis principios, mis creencias, siento que tengo mayor calidad de vida y que por fin estoy aportando algo al mundo, aunque sea pequeño, pero algo de lo que estoy orgullosa y feliz.

Tanto es así que lo llamo trabajo para entendernos, pero lo llamaría fuente de motivación porque es lo que me empuja a seguir estrujándome para aprender y formarme, para hacerlo cada vez mejor.

Vivir, viajar y trabajar en la caravana se ha convertido en nuestra rutina, nuestro estilo de vida, nuestra forma de exprimir el día a día.

No somos unos intrépidos aventureros, no practicamos deporte extremo, somos simplemente una pareja que busca un equilibrio razonable para nosotros entre comodidad y aventura, seguridad e incertidumbre, trabajo y ocio o aprendizaje y rutina.

Hemos diseñado a nuestra medida una forma de vivir 

Quizá poco convencional, ni mejor, ni peor. Simplemente la nuestra.

Después de casi 3 años para nosotros es algo normal, lógico y natural, sin embargo hay muchas personas que no lo entienden, incluso nuestro círculo más cercano se sorprende.  

Lo intentamos explicar pero no estamos convencidos de que el mensaje cale. Es lógico que este estilo de vida no sea para todo el mundo ¿te imaginas? ¡Sería una locura! 

Pero lo que sí creo que debería ser para todo el mundo es esa dosis de naturaleza y movimiento. Cada persona debe encontrar su punto, su medida, fines de semana, pequeñas escapadas, bici, escalada, mar, montaña… lo que sea, pero algo.

Y si quieres ir más allá y vivir así, que sepas que se puede.

Lo nuestro es una elección personal, no son lentejas ni nada por el estilo, y así estaremos hasta que consideremos que se ha terminado esta etapa, punto y pelota. Como se suele decir, hasta que el cuerpo nos lo pida, será mañana o quizá dentro de 5 años o quizá nunca.

Tenemos todo lo que consideramos necesario y lo mejor, no tenemos lo que nos lastra, nos pesa y nos impide avanzar.

Incluso en plena pandemia nos hemos alegrado millones de veces de haber tomado la decisión de dejar nuestro mundanal ruido atrás. Hasta creo que si llega ese gran apagón también estaremos tan pichis.

Y si te soy sincera no sé cómo evolucionará todo esto y eso me encanta.

Por un lado descubrir y disfrutar de cómo poco a poco este camino ¡Hacia lo Salvaje! va tomando forma en función de las circunstancias, de nuestras inquietudes o del entorno que nos rodea, mola.  

Y por otro seguir intentando contagiar esta filosofía de vida a través de los mails que mando, el podcast, los viajes Active Woman o lo que esté por llegar, me llena de motivación.

hacia lo salvaje podcast

¿Te sientes identificada con esta forma de pensar y de estar en el mundo? 

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