La metamorfosis de los trastos y el minimalismo en furgoneta
artículo escrito por Ana María Bello
Aprendiendo a vivir ligeros
Esta es la historia de cómo vivir viajando cambió la forma que teníamos de relacionarnos con lo material: el mundo de los trastos. Somos Ana, Antonio y Robi, dos humanos y una gata que decidimos, allá por 2016, sacudirnos de todo lo pesado que acarreábamos en la vida – trabajos que ni fú ni fá, muchos trastos y la pesada losa de tener que volver al volver de vacaciones – para subirnos a bordo de una Nissan Trade del año 90, la peor furgoneta que se puede tener para viajar por el mundo.
Salimos con algunos planes, rutas trazadas y muchas ideas preconcebidas. Ahora cargamos valiosas experiencias que han ido transformando nuestra forma de ver el mundo, desde lo humano a lo cotidiano. Y de lo cotidiano venimos a hablaros, de cómo nos cambió tener que cargar con lo que pudiera caber en un espacio de 5 metros cuadrados, teniendo en cuenta que en ese escueto espacio nos tenemos que mover cocinar, duchar, conducir, dormir, trabajar, vaguear y demás acciones que acaben en -ar -er o -ir.
El minimalismo llamó a nuestra puerta
El tener que vivir con poco produjo uno de los efectos de metamorfosis más relevantes en nuestra vida sobre ruedas. Una metamorfosis que surgió de vivir mirando las cosas desde otras perspectivas.
Creíamos que éramos personas minimalistas, hasta que nos tocó vaciar la casa y llenar la furgoneta.
Armados con un listado de todo lo que queríamos llevar a bordo – aún lo conservamos -, fuimos deshaciéndonos de lo que sobraba: vendimos algunos muebles, regalamos muchos, donamos bolsas de ropa, prestamos chismes por si algún día volvemos y nos hacen falta que ya sabemos que no nos harán falta. Finalmente, guardamos en unas mínimas (¿6?) cajas lo que queríamos conservar, pero no podíamos cargar. Lo que quedó lo vamos utilizando de repositorio cuando volvemos al campamento base, buceamos entre las cajas y bolsas para reponer calcetines, jerseys o, simplemente, reencontrarnos con aquello de lo que no pudimos desprendernos.
Trastos, no os echamos de menos
Lo decimos alto y claro: camas, ropas, muebles varios, adornos atrapapolvo, cajón de los objetos que nunca tienen un lugar determinado, alacenas con espacios infinitos, silla de la ropa no limpia pero no tan sucia, ¡no os echamos de menos!. Por más que intentamos hacer un esfuerzo de evocación de memoria, no somos capaces de recordar ni un solo momento donde dijéramos, realmente en serio, que echábamos de menos ese algo material, tanto, como para plantearnos incorporarlo a nuestro escueto habitáculo. En un principio pensamos que habíamos dado en el clavo al elegir qué llevar a bordo, pero, con el tiempo, nos desmentimos. La verdad es que nos dimos cuenta que no necesitábamos vivir con tanto porque nos habíamos acostumbrado a lo que había.
Ahora reflexionamos mucho sobre lo material, cuidamos con mucho más mimo nuestras pertenencias, nos pensamos mucho si algo nuevo sube a bordo, tanto si estamos pensando en comprarlo o como si es regalado. Infinidad de veces hemos rechazado cosas porque no nos cabe, que es una de nuestras frases favoritas. A menos que podamos comérnoslo, entonces no decimos que no… El comer no ocupa lugar.
La doble vida de lo que habita en los armarios
De esta nueva relación con nuestras pertenencias materiales, surgió un nuevo movimiento en nuestra casa rodante: la metamorfosis de los trastos.
Como por arte de magia, aunque mejor diríamos por arte de falta de espacio, la utilidad y usabilidad de todo lo que había en la furgoneta empezó a crear una doble vida por su cuenta, mutando, lentamente, delante de nuestros ojos.
Los cuchillos comenzaron a hacer las veces de destornillador, la olla pasó de cocer espagueti a calentar agua para ducharnos, el afilador de cuchillos te dejaba una hoja perfilada lista para filetear desatascaba cerraduras. La escoba barre tierra del suelo 20 veces al día en la playa y quita nieve del techo en la montaña. ¡Hasta los chalecos reflectantes han servido como disfraces en carnaval!.
Al abanico se le multiplicaron las tareas cuando, aparte de ejercer de aire acondicionado, en invierno hizo las veces de avivador de fuegos. Ahora, cuando lo zarandeamos delante de la cara para refrescarnos, nos aporta un delicioso tufillo a barbacoa.
Vivir con poco agudiza el ingenio de los trastos, que acaban desarrollando dobles vidas, exprimiendo todo el potencial que no sacarían jamás en una casa, donde simplemente cumplen su función, día a día, por temporadas, o de año en año, como los árboles de navidad.
Consejos que nos daríamos a nosotros del pasado
Sabiendo lo que sabemos ahora, por lo vivido, a la Ana y al Antonio del pasado les daríamos unos cuántos consejos para optimizar su acumulación de trastos que, aún no habiendo sido muy severa en el pasado, siempre se puede hacer un hueco a mejorar, que no ocupa espacio.
Quizá, hasta a ti, lector o lectora, te venga bien alguna de estas recomendaciones.
– Metamorfosea tus trastos y búscales las dobles utilidades: es divertido, útil y práctico. No mires la cuchara que sostienes en tus manos como una simple cuchara, piensa que también vale como medidor de cantidades y pesos en cocina, te salvará cuando a tu peso se le acaben las pilas. O quizá no tengas y ya no debas comprar uno, ¡tienes cucharas!.
– Reflexiona antes de comprar: ¿necesitas un trasto nuevo? Piénsalo un par de días más antes de comprarlo, puede que realmente no lo necesites. Compra en frío, no te dejes llevar por impulsos.
– Segunda mano antes que primera: hay infinidad de trastos que puedes comprar de segunda mano, navega un rato por los mundos de internet antes de lanzarte a adquirir ese algo nuevo que necesitas. No lo hagas solamente por lo económico, piensa que un trasto menos fabricado es un posible residuo menos que dejamos a nuestro planeta.
– Pide y presta: en el mundillo del bricolaje casero, esta premisa salvaría a muchas herramientas de vivir eternamente inútiles y polvorientas en los trasteros y garajes. Si necesitas algo puntualmente, pídelo prestado en lugar de comprarlo; seguro que algún amigo, familiar o vecino te lo dejará. Aplícate el mismo cuento, presta lo que le pueda ser útil a alguien de tu entorno.
– Repara y revive: tiramos muchas cosas sin pensar que se pueden reparar. Es cierto que en temas de tecnología nos pegamos de bruces con la obsolescencia programada y muchas cosas no se pueden reparar porque así vienen construidas. Pero otras muchas sí, ¡inténtalo!. No tires esa silla medio desvencijada, trata de arreglarla. Aquel armario pelado y descolorido quizá solo necesita un lijado cariñoso y una mano de pintura. Seguro que alguien podía reparar tu nevera, aunque una nueva esté de oferta.
– No tires, pregunta: antes de deshacerte de algún trasto, pregunta en tu entorno, quizá le pueda ser útil a alguien.
Vivas en un piso, una casa, una furgoneta, una caravana o un bungalow, vive viajando simple por el camino de la vida, te resultará más fácil. Al fin y al cabo, ¿no es el lema de este blog?
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