Desnaturalicen quedarse estacionado
Artículo escrito por
Álvaro García
(@alvarito0017)
Tengo que reconocer que siempre fui de darle poco uso al ancla en casi todos los aspectos. He coqueteado con la monotonía y la rutina pero no le fui fiel. Sin embargo, ellas me daban sus frutos que yo destinaba justo en su contra.
Vengo de Uruguay un país muy pequeño y lleno de recursos. Nací y me crié en su capital (Montevideo), y en la adolescencia me fui al interior por decisión propia.
Me adentré en ello y empecé a ver el mundo desde otro ángulo, a conocer gente diferente a la que solía ver y, por trabajo, por gusto o tal vez solo porque sí, en pocos años conocí todo el país.
En el último lugar que viví en Uruguay, encontré un trabajo que me gustaba mucho en un lugar paradisíaco. ¡La llevaba muy bien!, casi “estacionado”.
Ahí me vi en la necesidad de moverme. Me pregunté ¿a dónde quiero ir? Claro, en ese momento lo pensé más como viaje vacacional, para despejar la mente y cambiar un poco. Tenía claro que quería hacer el Camino de Santiago y también ir a Perú.
Justo en ese momento me terminaba un frasco de dulce de leche. Lo lavé y lo usé de alcancía para mis ahorros de viaje.
¿Han sentido señales?
Les recomiendo estén atentos.
Una tarde saliendo del trabajo, pasé por la oficina de mi jefa para avisarle que había hecho una cosa de más, y que aparte había salido bien. Yo ya me estaba preparando para pedir un aumento.
Pues no llegué a decirle nada, esa tarde me echó. Me dijo que para ella era difícil pero que no me podía pagar más. A lo que respondí: Bueno, muchas gracias y nos veremos. Pienso que capaz si no iba hasta allá trabajaba unos días más.
Llegué a casa con emociones encontradas y mucha incertidumbre. Tenía que hacer de ahora en más con el tiempo, ese tiempo que no me podían pagar. Ahí mismo decidí hacerlo valer.
Lo primero que vi fue España. ¡Me voy a hacer el camino! Esa idea se ramificó y por medio de amigos y otros allegados terminé en Mallorca. Nada mal. Verano, isla balear… ¡Me encantó!
Pero antes de ello había dicho que iba a ir a Perú. Claro, la economía jugaba acá también. Veía los billetes a Perú y cada vez me quedaba más lejos. Sin embargo, yo quería hacerlo y había dicho que iba.
El dinero era menos que justo, y menos también. Yo tenía una moto china, 125cc muy sencilla, seminueva; como gastaba muy poco me salía más barato ir en ella que el paquete de viaje que me podían vender. ¡Vaya si el paquete mío no era más completo y atractivo!
Era pleno invierno en Sudamérica, ¿Qué necesidad de hacer ese mundo de kilómetros en moto? Me dije: Alvarito aguanta hasta la primavera por lo menos, ándate al verano del viejo continente, ve qué puedes cosechar por allá y a la vuelta se ve.
Entonces, me vine a Mallorca. Vi oportunidades, dejé puertas abiertas y me fui de escala a conocer Santiago y otros puntos del camino. Quedé maravillado y me prometí hacerlo. Lo tengo pendiente aún.
Regreso a Uruguay
Volví a mi país, hice unos trabajos en 20 días y me subí a la moto. No tenía idea de cómo cambiar una rueda, qué hacer con un pinchazo y tampoco era buen conductor ni tenía un viaje organizado. Salí a la aventura.
Siempre fui una persona muy metódica y de hacer planificaciones. Todo me decía que tenía que dejar ser las cosas y así lo hice. Sin nada seguro, un montón de deudas e incertidumbres viví mejor que cuando suponía cosas claras y estables. Me animó a decir que realmente viví.
Lecciones de la facultad
Hace años cuando estaba en la facultad, tuve una materia llamada Zootecnia. Ahí me explicaron la diferencia entre genotipo y fenotipo.
Genotipo es lo que ya traemos de fábrica: morocho, pelo negro, ojos de tal forma o color, etc; mientras que el fenotipo es eso mismo pero adaptado al ambiente, por ejemplo: quienes por generaciones tienen mayor contacto con el sol, van cambiando el tono de piel, pelo o lo que sea.
Esto es una cualidad de adaptabilidad para promover el desarrollo del individuo en ese medio. Algo así como mandar un caribeño a Alaska. El tipo no la va a llevar nada bien porque su fenotipo es otro.
El salir a la aventura de países, culturas y medios diferentes a los propios nos dan una enorme herramienta de adaptabilidad. Nos hace todo terreno. Si hay que pasar periplos y malos tragos ¡es la vida misma! Y de eso quedan las mejores anécdotas, los mejores aprendizajes.
Yo con ello descubrí que el camino más sinuoso, por donde nadie suele ir, es el que más encantos me trae.
Volví convencido en seguir haciéndolo, y estoy trabajando en eso. Me vine a vivir a Mallorca donde consideré que tendría más oportunidades, además de alimentar ese bichito inquieto de recorrer y descubrir cosas nuevas.
Aquí estoy enfocado en cómo lograr un proyecto estable que me permita salir sin fecha de regreso. Me encantaría y estoy enfocado en llegar a una combi o algo similar. Pero si me toca moto, bicicleta, caballo o a pie, seguiré.
No hay mayores excusas y barreras. En los caminos que he andado he visto gente súper sorprendida de cómo me animaba a hacer eso. También, otra que te ve y piensa que con esos mismos medios llegaría mucho más lejos. Y las dos son reales.
Cada quien pone sus barreras, es cuestión personal. Yo muchas veces pienso en la lejanía con los seres queridos. Los viejos se ponen más viejos y los jóvenes crecen muy rápido.
Esas etapas pasan así como todo, y en ello, volvemos a entender el valor que tiene el tiempo.
Y la pregunta de ¿Qué hacer con él? Sin duda es vivirlo, compartirlo con quien toque y generar conciencia de su valor; el bien que podemos hacer dándole el uso que genere la sensación de estar vivo y en movimiento.
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